El la miró.

Laura no creía lo que sus ojos vieron, el cielo escucho sus suplicas y rezos y permitieron que vea a su padre una vez mas.
Todo empezó en su pequeña casa de madera, la misma que el, su viejito, construyo con sus propias manos, cuando ella tan solo tenia cinco años. Laura nunca entendió como Dios pudo llevárselo aquella noche de truenos y lluvia cuando el cielo parecía romperse.

Recordando… Sentada en su casita tocando el techo con la cabeza,  apretando fuerte un peluche remendado, dejo caer una manzana verde a medio morder, con la mirada perdida trataba de comprender por que mientras pudo no lo lleno de besos, por que mientras pudo no lo colmo de abrazos, por que simplemente un día sin motivo alguno de sus labios no salio un ¡te amo papá!; lloró como cuando niña, los “grandes” le arrebataron su oso de felpa y lo desfiguraron, fue su padre quien lo recupero y con sus dotes de medico cirujano reconstruyo a su mejor amigo, ese mismo que tenia en los brazos.

Aquella noche en el cuarto de su infancia no pudo dormir, se arrodillo junto a la cama y rezo, rezo desesperada con una mezcla de lagrimas y gritos como obligando a Dios que la escuche, ¡Devuélvemelo! Imploraba… ¡Solo quiero abrazarlo!, casi al fin de sus suplicas y al limpiar sus ojos nublados se hallo junto al lago, con su padre tomándola de la mano, sin poder reaccionar y a su lado, ahí parado, con la sonrisa en los labios…El solo la miraba.

Laura, pregunto tantas cosas, no paraba de hablar; de pronto el sol salía, todo se iluminaba, Laura supo que era hora de despedirse… y el solo la miraba, aprovecho para besarlo y abrazarlo como siempre quiso y de sus labios salieron miles de te amos, lo contemplo por un rato ¿Parece un hombre bajado del cielo? Pensó. Un ángel traído a punte suplicas  y llantos. Laura dio un suspiro desde el fondo de su alma, sacando toda la rabia, todo el amor, todo el dolor y simplemente El la miró.